jueves, 23 de abril de 2009

umor (sin hache)


Mientras se desviste, piensa que es medianoche, la hora en la que podría presentársele Mefistófeles y proponerle el antiguo pacto, y piensa que estaría dispuesto a hacerlo y a cederle su alma, de no ser porque no se le ocurre qué pedirle a cambio: la juventud no, que es insensata y cruel, si bien la vejez es intolerable; tampoco la inmortalidad, porque la vida es insoportable, aunque tal conclusión no mitigue la anguistia de la muerte. El anciano, entonces se da cuenta de que no tiene nada que pedir al diablo y se imagina al pobre Mefistófeles, representante de una empresa que no tiene nada atractivo que ofrecer. Al imaginarse al pobre Diablo rascándose la cabeza en el infierno, estalla en una carcajada, a la vez que entra en la cama, donde su mujer, medio desvelada por la risa, le murmura entre sueños: "Feliz tú que a esta hora de la noche tienes ganas de reír."
Enrique Vila-Matas, Doctor Pasavento

Manos de Topo - Carta a los reyes

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