Belén Gopegui afirma que la poesía de Leopoldo María es una constante negación de los lugares. La negación, el malditismo, la locuara no son un lugar. Sus textos lo desmienten. "Sus textos, implacables, continúan deshaciendo el asilo, los lugares secretos y sagrados. Se borran los poemas en la página, se desintegra el autor, las citas son de nadie, la extrañeza sigue al exceso de extrañeza, el verso deslumbrante crece entre secreciones, el pus y las escamas, para que nadie pueda jugar a las casitas con sus poemas, para que nadie los convierta en puertecillas y diga: mirad, por aquí se entra a un mundo superior." Belén Gopegui dice todo esto con una gran sabiduría, y luego elige el poema "de amor" casi como una concesión, "como saber que, por ahora, sólo tenemos lo que no hay y verlo, sin embargo, ahí escrito mientras dura el poema."
(A.Delgado)
Al fin llegaste tú para mecer
en tus brazos el cadáver de mi alma
con la sonrisa de una muerta,
para decirme que la muerta habla
para hacer el amor en la ceniza.
Al fin apareciste en medio del más puro
vacío-donde no quedaban
ya ni nombres ni palabras, ni siquiera
mi recuerdo en el mundo, en mí mismo:
al fin llegaste tú como un recuerdo.
Si aun siendo imposible que dejes de amarme, no obstante
tu corazón ciego se empeña en que me olvides
seré entonces yo el Imposible, seré
yo quien por entero encarne en cera
el rostro blanco de lo Imposible. Pero has venido aquí
como si te marcharas para siempre, a decirme
que aún queda una Verdad. Y ya has vencido
al agujero negro que hay detrás del alma
y que espera sólo vernos caer, que nos espera.
Y comprendí que yo era. Y que si aún sería
“entre los muchos hombres uno sólo”
como me dijo un traductor de Ausías
lo sería
sí, pero siendo ese desierto
habitado por ti,
que eras también uno solo.
Y te ofrecí el desierto como un premio
y la soledad, para que la habitaras
sin jamás empero alterar su pureza;
te ofrecí , te ofrezco
mi destrucción. Y te dije tan sólo
de mí que antes
de ti el presente era una forma del pasado;
y que esperar era una forma de faltarme el tiempo
oyendo sólo, en el horizonte de la espera, el eco
de una música en que todo
calló como si nunca hubiera sido, y que sabía
que hacerlo le fue fácil, porque todo
tiene vocación de no haber sido; hasta la cosa
más simple quisiera
desaparecer. Pero llegaste tú para habitar ese eco
y dar sentido a la voz que habla sola
porque sabe –sabía– que era esa
la forma en que hablan todos y, la única
forma de hablar posible, Y que besaste
suavemente en la boca mi baba,
que manchó una vez el papel en blanco.
Llegaste tú, y quisiera
haber sido açun menos, y arrepentirme aún más
de mi vida que otro vivió por mí.
yo no soy quien me llamo: sólo tú me nombras.
Yo no soy, ni eres tú, esta sombra que llamo
para que hable de ti como lo haría
la lluvia que no dejó nunca de caer; para ofrecerte tu reflejo
en el agua de un océano bajo la que alguien
dicen que está muerto-quizás tú que me sonries.
Y me dijiste: la muerte habla, y te contesto:
sólo los muertos hablan, entre ellos.
No te ofrezco ningún gozo, sino sólo la dicha
Fecunda de la imposibilidad, como aguijón continuo
de la invisible vida de nuestro amor. Te digo sólo:
escucha cómo muere ese insecto-y te enseñé
en la mano una mosca muerta, y dije
he aquí nuestra riqueza. Y añadí: aprende
a no gritar jamás lo que nos amamos. Baste
susurrarlo, basten
tus labios para no decirlo:
porque amor no ha sido aun forjado
y si nadie ama como tú y yo podríamos
hacerlo: sólo lentamente, inventando
la flor que no existió: si tú y yo ahora
nos amamos, habremos amado por primera vez.
No te ofrezco ningún gozo, sino sólo la lucha
De la hermosura subjetiva por ser cierta,
Sino sólo el placer
de una agonía larga y segura porque única-
mente cuando muere se sabe
que fue la dicha. Este elefante muerto, esta búsqueda
de lo definitivamente perdido, esta espera
que sólo espera hallar su propio discurso.
Te aguardo
al final del camino: no te ofrezco
ningún gozo:
acompáñame a la tumba.
Okkervil River - John Allyn Smith sails
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